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SAVOIR-FAIRE

Fuente de información y de inspiración, los archivos Cartier constituyen una valiosa documentación para la restauración de piezas antiguas. Ejemplo entre tantos otros del savoir-faire de la Maison en materia de restauración, la historia del collar de gala del Marajá Sir Bhupindar Singh de Patiala es un auténtico testimonio.

En 1926, el Marajá confía a los talleres de joyería de Cartier en París baúles con numerosas piedras preciosas y piezas de joyería para que fueran recompuestas en función del gusto parisino. Para ello, el Marajá elige a Cartier, el más parisino de los joyeros, con quien tuvo la ocasión de encontrarse en India. El resultado fue una pieza única con 2930 diamantes de un peso total de 962,25 quilates: cinco magníficas cadenas de platino art déco salpicadas de diamantes y adornadas con siete grandes diamantes de distintas tallas (de 18 a 73 quilates), suspendidas en una fascinante cascada. Este conjunto blanco y resplandeciente está perforado con flashes de color: un diamante de 18 quilates color tabaco, dos rubíes birmanos con un peso total de 29,58 quilates y una asombrosa piedra de 234,69 quilates, el famoso diamante De Beers.

En 1998, la pieza fue hallada en Londres en condiciones muy nefastas: faltaban el diamante más grande y las piedras centrales, y solo quedaban las cinco cadenas anchas de platino salpicadas de diamantes. Una vez había sido el collar más grande e impresionante realizado por Cartier, o incluso cualquier otro joyero. Conscientes del atractivo espléndido y teñido de nostalgia de la pieza, la empresa se embarcó en una aventura sin precedentes en la historia de la Maison.

Para restaurar el resplandor luminoso de esta joya extraordinaria, y antes de encontrar las piedras que podrían convenir al conjunto, se utilizan provisionalmente piedras sustitutas: circonio cúbico para sustituir a los diamantes en sus monturas y rubíes sintéticos cuyo color se parece al de las gemas originales. Los joyeros de Cartier en París reprodujeron con éxito este impresionante collar, demostrando el mismo savoir-faire delicado que caracterizaba la joyería de platino a finales de los años veinte. Diamantes y rubíes birmanos sustituyeron las piedras sintéticas y revivieron la belleza original de la pieza.

Platino, diamantes talla antigua y talla rosa (cadenas y enganches), circonia (óxido de circonio cúbico), topacios blancos, cuarzo ahumado, rubíes sintéticos. Originalmente, este collar llevaba 2930 diamantes blancos y un diamante amarillo De Beers de 234,65 quilates que adornaba el colgante central.